miércoles, 11 de junio de 2014

Atalanta


Atalanta es una heroína vinculada a la mitología griega, consagrada a Artemisa y reconocida por sus inmejorables habilidades para la caza.
Su peculiar historia la hace ser valorada, como un precedente del feminismo. Sus orígenes descienden de Árcade y de Clímene. Para Eurípides y otros, su padre es más bien Ménalo, por quien la isla Ménalo fue nombrada.
Sin embargo, la versión más difundida, especialmente desde Hesíodo, es en la que Atalanta es hija de Atamante y Temisto, gracias a lo cual se la relaciona con la cultura beocia. El padre de Atalanta deseaba únicamente hijos varones, por lo que al nacer la abandonó en el bosque. El bebé pudo sobrevivir gracias a que la amamantó una osa, hasta que unos cazadores la encontraron y la criaron. Una vez que se convirtió en una bella y ágil mujer, Atalanta decidió no casarse nunca y mantenerse virgen para consagrarse a la diosa de la cacería y los montes, Artemisa, a quien emulaba con sus acciones. Por ello, Atalanta vivía en el bosque y llegó a ser una de las cazadoras más renombradas de la antigüedad.
Además de estar consagrada a Artemisa, lo que implicaba que debía mantenerse siempre virgen, un oráculo le predijo que el día en que se casara sería convertida en animal. Por esto, para evitar cualquier pretendiente, anunció que su esposo sería sólo aquél que lograra vencerla en una carrera; pero si ella triunfaba, mataría a su oponente.
Ella siempre vencía y les daba muerte debido a sus grandes habilidades Murieron un oponente tras otro hasta que llegó un apuesto joven, Hipómenes, que ayudado por Afrodita (le había regalado unas manzanas de oro, que iba tirando durante la carrera y que Atalanta se detenía a recoger hechizada por su mágica belleza) ganó la carrera a Atalanta.
La pareja vivió muy enamorada y feliz, hasta que se les ocurrió entrar en uno de los santuarios de Cibeles y gozaron allí de su amor. Cibeles montó en cólera y los transformó en dos leones. Era creencia entre los antiguos griegos que los leones no se cruzaban entre sí, de manera que al convertirlos en estos fieros animales, Cibeles no sólo les arrebató su condición de humanos, sino que los condenó a una vida separada. Una vez metamorfoseados, los asió a su propio carro para que tiraran de él, tal y como aparecen representados en la fuente de Cibeles del Paseo del Prado de Madrid. Atalanta dio a luz un hijo, Partenopeo.
Hay tradiciones que afirman que este niño no fue fruto de su matrimonio, sino que fue hijo del dios Ares.

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